INVESTIGACIÓN ACERCA DEL ESPÍRITU EN DOSTOIEVSKI

 

Valentina Mirónova

 

¿Por qué motivo apreciamos y destacamos a Dostoievski? ¿En qué consiste la fuerza atractiva de su obra? La respuesta a esta pregunta se puede encontrar en el propio escritor, quien al principio de su camino creativo escribió: “El ser humano es un enigma. Hay que desentrañarlo; y si lo vas a desentrañar toda la vida no digas que has perdido el tiempo. Me dedico a este enigma porque quiero ser un hombre”. El escritor fue fiel a este credo durante toda la vida: se alzó en la defensa de los humillados y de los ofendidos, llamó al amor y a la humanidad, admiró la bondad y la generosidad, pero también supo como nadie que el ser humano es débil e imperfecto. Esta aceptación sin reprobación del ser humano en toda su doble naturaleza distingue a Dostoievski como escritor y como filósofo.

Ningún beneficio ni ningún bien material no eliminan la naturaleza antojadiza y libertina del ser humano. Quienes sueñan con actos nobles cometen un crimen,  quienes tienen añoranzas de lo ideal caen en lo más bajo… El propio Dostoievski  conocía muy bien la fuerza fatal de la tentación y del autoengaño, concebía la fuerza destructiva de las pasiones que llegaban a convertirse en un vicio, se equivocaba y se alejaba de la verdad. Incluso en sus convicciones, de una manera única la unidad popular convivía con el personalismo. Toda su vida es un ejemplo de que las convicciones y el ser humano no van por el mismo camino. Pero ésta no es la dualidad tan nombrada: ésta es la gran inconsistencia del humano, la diversidad que está más allá de las ideas e incluso de los intereses propios.

Dostoievski es la suma de todas aquellas contradicciones que bien paralizan al ser humano o bien le llevan a la cima. Su propio camino iba del abismo hacia las estrellas, por eso él no anatematiza, sino que intenta curar con la verdad. Sus novelas son de confesión, el escritor, junto a Raskólnikov, Rogozhin y Stavrogin, desarrolla el doloroso camino desde el pensamiento hasta el crimen y luego otra vez junto a ellos busca el camino hacia la contrición.

Este camino es muy difícil. Casi todo el mundo atraviesa la frontera de la conciencia, se opone a su voz y así sufre por los remordimientos y los agobios que ella le produce. Pero para cada uno y en cada momento está abierto el camino secreto hacia la renovación y hacia la salvación. No es casual que Dostoievski distinga entre el ser humano y su crimen. Según él, en las almas sinceras y profundas, el error y el pecado ocasionan sufrimiento y autorrenuncia y esto ya implica la recuperación de la humanidad alterada y la liberación del pecado.

A Dostoievski algunas veces se le tacha de idealista, pero en El Diario de un escritor él mismo definió su metodología más correctamente llamándola “realismo en grado superior”. En realidad, el escritor era bastante escéptico y con desconfianza acogía la confesión de “un gran pecador”: entendía muy bien que para muchos la renovación es imposible y, sin embargo, siempre creía en las posibilidades morales del espíritu. Son desconocidos sus caminos y mañana puede ocurrir lo que no te creías ayer. La dualidad de la naturaleza humana induce a los protagonistas de Dostoievski a cometer actos terribles teniendo unos pensamientos elevados y siendo constantemente torturados con remordimientos de conciencia tras su caída. Resulta que por el camino interno de la catástrofe, la maldad puede transformarse en bondad.

El ingenio profético de Dostoievski consiste, en primer lugar, no en la similitud con la vida presente, sino en el anuncio sobre el futuro. Según él, el realismo verdadero no niega lo ideal, sino que, al contrario, lo supone, ya que representa los eventos “añadiendo todo desarrollo posterior”. Esto está muy bien reflejado en su símbolo de la fe: “No hay nada más bello, más profundo, más simpático, más razonable, más valiente y más perfecto que Cristo. Y no solamente no lo hay, sino que con amor diligente me digo a mí mismo que no puede ser. Además, si hubiera alguien que me pudiera demostrar que Cristo está fuera de la verdad y, si realmente fuera así, que la verdad estuviera fuera de Cristo, preferiría quedarme con Cristo que con la verdad”. 

Al no encontrar soporte dentro del hombre, Dostoievski lo lleva al alma con Dios. En la fe encontró la fuente única de vida viva en la tierra y el soporte único de la ley moral. La quintaesencia de la fe es la fe misma y no los argumentos acerca de la existencia de Dios. La fe es revelación y no argumentación. Si no hay fe en Dios y en la inmortalidad, se elimina, por consiguiente, cualquier tipo de ley moral y resulta que todo “está permitido”. El lugar de la fe no se queda vacío, sino que lo sustituyen las teorías ateas morales, pero éstas, a su vez, son fatalmente sustituidas siempre por el libertinaje y la anarquía espiritual.

Todo esto lo muestra Raskólnikov, el protagonista de la novela Crimen y castigo. Raskólnikov define a su manera qué es la bondad y qué es la maldad, permitiéndose así mismo el derrame de “sangre a conciencia”: sacrificar a una vieja usurera, a un “bicho” por el bien del resto de la humanidad. La enorme miseria le empujó a estos pensamientos, pero con todo no era ella el motivo principal del asesinato, sino la idea del hombre extraordinario. En contraposición a ella, la “eterna Soniechka”, con su propio ejemplo, demuestra que la bondad auténtica consiste en la idea cristiana del autosacrificio libre por los demás, porque no se puede quitar ninguna vida a conciencia. A conciencia se puede dar solamente la vida. No se puede construir la felicidad con el precio del sufrimiento y la muerte, ni siquiera de una sola persona, aunque ésta sea malvada. No se puede ni para la humanidad, ni para uno mismo, si eres un ser humano. De esta manera, la lógica implacable de Raskólnikov es vencida por la verdad cristiana de Soniechka.

El camino hacia la resurrección espiritual del protagonista empieza con su reconocimiento voluntario del crimen y de la aceptación del presidio. Se sabe que para Dostoievski el sufrimiento tuvo siempre un gran significado de purificación. La expiación de la culpa y la serenidad del alma están conectadas con él inseparablemente, por lo tanto, a “la aritmética” de Raskólnikov, el escritor contrapone el significado del sufrimiento: “No existe la felicidad en el confort, la felicidad se compra por el sufrimiento… El humano hace merecer su felicidad, y siempre por el sufrimiento”.

Hay una idea más que se observa en esta novela, la idea de que incluso en el gran sufrimiento  del  autosacrificio voluntario existe su felicidad, la gran alegría que  siente Soniechka. En general, en el sufrimiento Dostoievski encontraba la señal de la dignidad suprema del humano, la señal de la persona libre y, en la elección de la bondad libre pero difícil, la semejanza a Dios. No es casual que a él le gustara tanto la obra “Madonna Sixtina” de Rafael. La imagen de la Madre de Dios con el Niño en los brazos, como si estuviera flotando hacia el encuentro hacia la gente, le encantaba. El escritor durante mucho tiempo no pudo desprender la vista del sufrimiento profundamente escondido de la Madonna, lleno de luz y de dolor: el sufrimiento de la Madre que adivina el camino de la cruz de su Hijo. En estos momentos, entendió Dostoievski claramente que hay una fuerza que puede vencer el caos y las dudas, la permisividad por todo y la inconstancia. Esta fuerza se llama abnegación. Solamente esta belleza espiritual suprema es capaz de salvar y salvará al mundo.

Es el príncipe Myshkin, el protagonista de la novela El idiota, el autor de estas palabras y quien, sin embargo, parece que con su propio ejemplo las niegue. Sobrevivir en el mundo mercantil, siendo una persona tan espiritual, es imposible. Queda solamente adaptarse o morir. Pero a Dostoievski hay que entenderle mucho más profundamente, ya que hay que tener presente que también Dios estuvo desamparado ante el hombre. La cuestión es, no obstante: ¿pero quién vencerá al final?

De la obra de Dostoievski se puede hablar como de una forma artística de revelación religiosa. Él no desarrolla ideas dogmáticas eclesiásticas, sino que despierta sensaciones religiosas. Recordemos al staretz Zosima de la novela Los hermanos Karamazov. Él enseña a entender el mundo de una forma religiosa y a aceptar los sufrimientos y los pecados ajenos y los propios como la realidad verdadera en la vida. Él reconoce claramente la base supraindividual del pecado original para ponerlo a continuación en la cuenta de cada persona individual. Tanto la salvación como el pecado tienen un carácter global y las personas no pueden separarse las unas de las otras en dichos ámbitos: “Pues habéis de saber, amados hermanos, que cada uno de nosotros en particular es culpable, indudablemente, por todos y por todo en la tierra, no sólo de la culpa general del mundo, sino también, individualmente, por todos los hombres y por cada persona de la tierra”.

Las revelaciones de Dostoievski son en algunas ocasiones bastante inesperadas y no se parecen a las respuestas habituales sobre las que se ha construido la cultura tradicional. Como muy bien escribió Nikolai Berdiaev, “una lectura profunda de Dostoievski es siempre un evento en la vida: ella quema y el alma recibe un nuevo bautizo de fuego. La persona que entra en contacto con el mundo de Dostoievski se convierte en una nueva persona a quien se le abren otras medidas de la existencia”.